martes, 23 de diciembre de 2014

la felicidad de amar


Las mañanas y los días son todos iguales, los periódicos parecen dar el mismo tipo de noticias y siempre en las mismas proporciones, 80% malas 15% buenas y 5% esquelas, crucigramas y anuncios. Hace muchos años que deje de comprarlo.
Tras la larga enfermedad de mi abuela, con final fatal abandone mi cómodo puesto de trabajo en las torres Kio  por algo menos frívolo, me sentía mal engañando a la gente eso no podía ser un estilo de vida a sí que antes de que mandaran a 5000 personas para la calle yo decidí salir por la puerta grande por voluntad propia. Fue como si me sacaran una losa de encima. 

Siempre viví con mi abuela y ahora a su muerte había  heredado el pequeño piso de Carabanchel. Precisamente no es una joya de barrio pero cuando creces allí pasas a formar parte de él.

Era un pequeño bloque de apenas 10 vecinos con solo 3 plantas y bajo. Recubierto de estuco de color crema con un borde blanco en las ventanas que lucían un tamaño humilde como el de sus ocupantes y no por eso las vistas eran peores. Desde las grandes cristaleras de las torres Kio  parecía que tuvieras el mundo a tus pies como si fueras el amo y señor. Desde la ventana de la cocina de mi abuela de 60 x 60 cm se veía la vida, la gente y sus sueños. Vidas como la mía, vidas tristes algunas otras miserables, ajenas, solitarias, fugaces…había muchos estilos de vida en Carabanchel. Yo estaba en el grupo de las solitarias.
Habían cambiado mucho las cosas, me tome una jornada de reflexión antes de buscarme otro trabajo me merecía un descanso. De la facultad de económicas a torres Kio, no había hecho otra cosa. Dedique seis meses a no hace nada, leer, salir a la compra, ordenar el piso y poco más.
 Un día luminoso de primavera leyendo el patético periódico vi un anuncio para trabajar de dependienta en la pastelería mas céntrica de Madrid y una de las más conocidas "La Mallorquina". Me pareció que había un abismo muy grande entre las torres Kio y La Mallorquina y  eso era justo lo que yo quería algo que me separara de ese pasado ruin al que mis jefes me abocaron.
-una caja de violetas por favor y un cruasán
-2.50
Si amigos salte el abismo me habían cogido en La Mallorquina  y era feliz.
Aunque los días se volvían mas monótonos, casa, metro, trabajo, metro, casa. Me había acostumbrado a esa rutina y no me parecía mala, mis emociones mas fuertes las viví en las novelas y me sentía feliz porque en el fondo esas vidas, esas catástrofes, esos amores, eran ajenos a este cruel mundo, eran fantasías indoloras de papel, con muertes de mentira, besos irreales,  guerras sin bajas y villanos de celulosa.

Todos los días me subía al metro en Carabanchel con parada en el Callao y todos los días el mismo hombre sentado en el mismo sitio retiraba su chaquetón para dejarme el asiento libre. En su regazo llevaba un pequeño portátil donde escribía y escribía. Primero pensé que sería un ejecutivo con papeleo del trabajo pero pasados varios días la curiosidad me puedo y comencé a leer de forma disimulada sus textos, era una novela¡¡ como no podía ser de otra manera me enganche a ella. Yo bajaba en mi parada y el seguía, todos los días pensaba que me perdería en ese tramo que yo no leía.
Al llegar la noche me dirigía presurosa al metro a mi sesión de lectura, allí estaba el con su chaquetón doblado como si me guardara el asiento en el cine.
Retiro su abrigo me acomode y empecé a leer y a si todos los días del mes. yo creo que él sabía que estaba leyendo su novela pero no le importaba, quizás hasta le gustara.  Un  buen día el se dirigió a mí.
-quizás deberíamos quedar para tomar un café
-quizás. Respondí
-¿que le parece hoy a la salida del trabajo?
-me parece genial los viernes son un buen día .
-usted coge el metro en Callao espéreme allí me bajare yo.
Y allí estaba de pie en la boca de metro del Callao esperando a un anónimo personaje de la vida Madrileña.
Con un largo abrigo negro que ondeaba a cada paso y su maletín en la mano, ascendía las escaleras con una media sonrisa ladeada y una mirada azul hielo que hasta ahora no había reparado en ella y en estos momentos me congelo cada gota de mi escasa sangre.
-hola                             
-hola
-tenía mis dudas de que acudieras a esta cita
-Madrid se hace pequeño cuando una está sola, siempre viene bien conocer gente nueva. Hace frio, aquí cerca hay un café que pone unas porras buenísimas ¿qué le parece?
-a mi bien, seguramente esas porras no superaran en buenas a la compañía.
-eso me lo cuenta al final del café.
-me llamo Pedro
-yo Clara, encantada.
Dos  besos fríos como su mirada se posaron en mis mejillas.
Nos contamos nuestras vidas a si por encima como se suele hacer con los desconocidos, aficiones música, libros¡¡ cuando llegamos a este punto no pude evitar confesarme lectora asidua de su novela. Por supuesto no conseguí mantener mi rubor a ralla que ponía al descubierto mi faceta cotilla.
-¿te gusta lo que lees Clara? Espero que no seas muy dura es mi primera novela.
-me gusta lo que leo aunque sean retazos, me gustan los personajes, el es tan misterioso y a la vez pícaro es como si llevara un niño travieso dentro. No seria difícil enamorase de un hombre a si
-¿qué opinas de Francesca?
-oh¡¡ Francesca¡¡ la envidio, parece una mujer sofisticada pero sencilla que goza de esa pasión incondicional en brazos de él.
Hablamos durante varias horas de su novela me conto un poco por encima de que iba y me entusiasmo más aun, le insistí en poder leerla un día  y me prometió imprimir lo que tenia para que pudiera leerlo.
Después de esa noche seguimos con nuestra rutina de siempre yo me subía al metro el me guardaba el sitio, el escribía y yo leía por supuesto con mayor descaro y con total libertad de poder hablar y comentar. Empezamos a quedar los viernes en el mismo café para hablar, reír y compartir, lo habíamos convertido en una rutina mas de nuestros días que no podíamos ni queríamos romper. 
En el metro cuando se acercaba mi parada siempre me daba dos besos y un buenas noches pero en uno de esos días sin permiso y como acto voluntario y espontaneo me beso en los labios de forma tierna y fugaz. Fue una sorpresa bien recibida me mordí el labio inferior y por dentro pedía mas, más que el metro aun no se paro. Pero no hubo más.
Al día siguiente de ese beso estaba más silencioso y taciturno y no dije nada leí esperando alguna reacción por parte de él y a una parada de mi destino me propuso quedar la tarde del sábado.

-me gustaría pasar la tarde a solas contigo
-a solas¡¡ alejarnos del mundo¡¡ explícamelo mejor Pedro le dije picara
-tú y yo entre cuatro paredes.
-¿como los protagonistas de tu novela?
-si
-acepto
Fue una de las mejores tardes de mi vida y disfrute de la felicidad de amar y ser amado, no sé si está soltero, casado o que, realmente eso no me importa, ni siquiera se lo pregunte. En el metro de vuelta, cada uno a su destino y sumidos en un silencio cómplice el escribía y yo leía, cuando el metro anuncio mi parada me levante y mirándole le dije:

-hoy me siento Francesca.


                                                                                                                  Irene Adler

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