Eirwen danzaba entre los arboles
del bosque de Sherwood mientras el pequeño rebaño de ovejas ramoneaba al sol de
la tarde. Le gustaba la soledad del bosque donde nadie se metía con ella. Desde
Gwynedd en Gales hasta Nottingham había sido objeto de burlas. No importaba en
que parte de Inglaterra se encontrara siempre había una cruel persona
dispuestas a hacerle daño por su defecto del habla.
Su niñez en Gwynedd había
sido como una pesadilla. Pero ahora vivían en Edwinstowe, una pequeña aldea a los
pies del bosque de Sherwood donde muy poca gente se atrevía a llegar.
Y pensar que todo se lo debía al rey Haroldo
II por invadir el último reino celta
Gwynedd donde sus pacíficos padres vivía fabricando quesos y vendiendo la lana
de sus ovejas. Nada más saber de oídos de los mercaderes el avance de las
tropas del rey habían cogido sus escasas pertenencias y su ovejas y habían huido
los tres. Hacia un sitio más tranquilo.
En Edwinstowe también había gente
cruel que se burlaba de ella. Las pocas ocasiones en que su madre y ella se
habían acercado al mercado del pueblo a comprar viandas Eirwen había sido
víctima de las burlas del hijo del tendero que junto con otros pillastres la
bautizaron con el nombre de Eco porque solo pronunciaba el final de las
palabras.
Eco acepto su nuevo nombre con
resignación, sabiendo que estaría lejos de ellos de sus pullas y su maldad.
Porque sabía que nunca se adentrarían en los bosques de Sherwood.
Decían que habitaban todo tipo de
seres mágicos en el bosque: hadas, ninfas de los arroyos, duendes, trasgos,
brujas magos y lo peor de todo forajidos. Eco no los temía por que ella sabía
que estaba protegida por las hadas del bosque.
Una calurosa tarde de verano se
adentro en el frescor del bosque para protegerse del calor y ofrecer a sus ovejas
el agua fresca del arrollo.
de camino un ruido la sobresalto algo o alguien estaba en el arrollo sentía los chapoteos
Paró en seco y se refugió detrás de
uno de los viejos robles. Había alguien en la otra orilla del regato. Era un
pastor con sus ovejas, un pastor joven como ella, un pastor hermoso, el más
hermoso que había visto jamás.
Sentado en el fresco suelo con la
espalda contra un tronco y mordisqueando un mendrugo de pan observaba beber a
sus ovejas en el arrollo. Donde ser habría metido pipo su perro pastor. De repente
los ladridos de su perro entremezclados con los gritos ahogados de una persona
los sacaron de sus pensamientos.
Alzo la cabeza y al otro lado del río se encontraba pipo tirando de la falda de una muchacha que se escondía detrás
de un árbol.
-pipo ven aquí¡¡ pipo¡¡ hola ¿estas bien?, lo siento. Hola, hola ¿que pasa te
comió la lengua el gato?. Jaja
Al ver que sus palabras no obtenían
respuesta más que un sordo quejido cruzo el arrollo y se dirigió al lugar donde
pipo seguía tirando de las faldas de la chiquilla. Detrás del árbol se
encontraba una muchacha hermosa y su pequeño rebaño de ovejas.
-pipo suelta ya. Narciso le dio un
fuerte cachete a su perro que de inmediato soltó la falda de Eco.
La belleza de Eco dejo embelesado a
Narciso.
-¿hola soy Narciso y tú?
- wen¡(Eirwen)
-¿cómo?
-wen, y le hizo señas con las manos
sobre los labios de que no podía hablar.
En ese momento Narciso dejo de ver
a la bella pastora y reconoció a Eco la muda del pueblo. Se fue alejando de
ella como si tuviera la peste.
-pera(espera)
-que dices, vete con tus ovejas
muda.
El desprecio de Narciso hacia ella abrió
una brecha en su corazón y su alma, algo se rompió. Dos grandes lagrimas
corrieron por sus rostro solo dos y nada mas eran suficientes para tan arrogante
pastor.
La ninfa Nemesis, sintió el dolor
de Eco y la maldad de Narciso y castigo su desprecio hacia Eco.
Narciso cruzo el arrollo y se
agacho en la orilla opuesta a beber. El agua calma del remanso le devolvió sus
rostro hermoso y al verlo se enamoro de su propio reflejo y a si paso Narciso
los días hasta que un día se perdio en sus aguas quedando sepultada su belleza.