martes, 25 de febrero de 2014

Eco de Edwinstowe


Eirwen danzaba entre los arboles del bosque de Sherwood mientras el pequeño rebaño de ovejas ramoneaba al sol de la tarde. Le gustaba la soledad del bosque donde nadie se metía con ella. Desde Gwynedd en Gales hasta Nottingham había sido objeto de burlas. No importaba en que parte de Inglaterra se encontrara siempre había una cruel persona dispuestas a hacerle daño por su defecto del habla. 
Su niñez en Gwynedd había sido como una pesadilla. Pero ahora vivían en Edwinstowe, una pequeña aldea a los pies del bosque de Sherwood donde muy poca gente se atrevía a llegar.
 Y pensar que todo se lo debía al rey Haroldo II por  invadir el último reino celta Gwynedd donde sus pacíficos padres vivía fabricando quesos y vendiendo la lana de sus ovejas. Nada más saber de oídos de los mercaderes el avance de las tropas del rey habían cogido sus escasas pertenencias y su ovejas y habían huido los tres. Hacia un sitio más tranquilo.
En Edwinstowe también había gente cruel que se burlaba de ella. Las pocas ocasiones en que su madre y ella se habían acercado al mercado del pueblo a comprar viandas Eirwen había sido víctima de las burlas del hijo del tendero que junto con otros pillastres la bautizaron con el nombre de Eco porque solo pronunciaba el final de las palabras.
Eco acepto su nuevo nombre con resignación, sabiendo que estaría lejos de ellos de sus pullas y su maldad. Porque sabía que nunca se adentrarían en los bosques de Sherwood.
Decían que habitaban todo tipo de seres mágicos en el bosque: hadas, ninfas de los arroyos, duendes, trasgos, brujas magos y lo peor de todo forajidos. Eco no los temía por que ella sabía que estaba protegida por las hadas del bosque.
Una calurosa tarde de verano se adentro en el frescor del bosque para protegerse del calor y ofrecer a sus ovejas el agua fresca del arrollo.
de camino un ruido la sobresalto algo o alguien estaba en el arrollo sentía los chapoteos
Paró en seco y se refugió detrás de uno de los viejos robles. Había alguien en la otra orilla del regato. Era un pastor con sus ovejas, un pastor joven como ella, un pastor hermoso, el más hermoso que había visto jamás.

Sentado en el fresco suelo con la espalda contra un tronco y mordisqueando un mendrugo de pan observaba beber a sus ovejas en el arrollo. Donde ser habría metido pipo su perro pastor. De repente los ladridos de su perro entremezclados con los gritos ahogados de una persona los sacaron de sus pensamientos.
Alzo la cabeza y al otro lado del río se encontraba pipo tirando de la falda de una muchacha que se escondía detrás de un árbol.

-pipo ven aquí¡¡ pipo¡¡ hola  ¿estas bien?, lo siento. Hola, hola ¿que pasa te comió la lengua el gato?. Jaja
Al ver que sus palabras no obtenían respuesta más que un sordo quejido cruzo el arrollo y se dirigió al lugar donde pipo seguía tirando de las faldas de la chiquilla. Detrás del árbol se encontraba una muchacha hermosa y su pequeño rebaño de ovejas.
-pipo suelta ya. Narciso le dio un fuerte cachete a su perro que de inmediato soltó la falda de Eco.
La belleza de Eco dejo embelesado a Narciso.
-¿hola soy Narciso y tú?
- wen¡(Eirwen)
-¿cómo?                    
-wen, y le hizo señas con las manos sobre los labios de que no podía hablar.

En ese momento Narciso dejo de ver a la bella pastora y reconoció a Eco la muda del pueblo. Se fue alejando de ella como si tuviera la peste.
-pera(espera)
-que dices, vete con tus ovejas muda.
El desprecio de Narciso hacia ella abrió una brecha en su corazón y su alma, algo se rompió. Dos grandes lagrimas corrieron por sus rostro solo dos y nada mas eran suficientes para tan arrogante pastor.
La ninfa Nemesis, sintió el dolor de Eco y la maldad de Narciso y castigo su desprecio hacia Eco.
Narciso cruzo el arrollo y se agacho en la orilla opuesta a beber. El agua calma del remanso le devolvió sus rostro hermoso y al verlo se enamoro de su propio reflejo y a si paso Narciso los días hasta que un día se perdio en sus aguas quedando sepultada su belleza.