El aire traía el olor acre de la carne quemada,
negras humaredas teñían el luminoso cielo primaveral . Flotando como semillas
de diente de león mecidas por el viento miles de partículas de carbonilla
chocaban contra su cara.
Oculto bajo el saliente de una roca veía como su
mundo y su gente se consumían en las llamas de la hoguera. Al vuelo atrapo un
trozo de ceniza y de sus ojos manaron dos lagrimas.
"Yo
Guillem de Sanmarti capitán de la
guardia del Montsegur soy el único superviviente de la cruzada albiguense a manos del papa Inocencio III."
-Más
de cuarenta años de persecución y solo por amar a dios de forma diferente,
¿acaso no somos todos hombres?¿no deseamos todos el amor de dios? ¿Por qué
nosotros Guillem?
-Pierre,
es bien sabido que a la iglesia no se la puede desafiar. Esto es una caza de
brujas, nosotros los retamos con nuestra fe.
-¡nosotros
no hicimos daño a nadie! Guillem. por algo nos llamamos Cataros (puros) creemos
en el cristianismo más puro y antiguo ese que a la iglesia no le interesa que
vea el pueblo. Somos los “bons homs”¡ no hacemos daño Guillen!,¡ no hacemos
daño!
-lo
se señor, pero esto es el fin de la persecución, ¿cuáles son sus planes?, los
quince días de tregua se acaban.
-¿planes?
No hay muchas opciones, la huida está descartada doscientas personas son muchas
para pasar desapercibidas ante los ojos de los soldados del papa. Abjurar de
nuestra fe por salvar nuestro cuerpo físico seria la condena de nuestra alma
inmortal.
-señor,
entonces ¿que pensáis hacer?
-caminaremos
hacia nuestra liberación definitiva, lo haremos felices, cantando y te aseguro
que a donde vamos no nos seguirán los soldados papales.
-señor,¿
no pensareis dirigiros a esa horrible hoguera?
-si
Guillem, pero estate tranquilo tu estas fuera de esto, para ti tengo otro
destino.
-señor
soy un caballero Faydit como vos y no pienso abandonaros, si tengo que ir con
vos a esa horrible hoguera iré.
-Guillem
no hace falta que me demuestres mas tu lealtad, la conozco de sobras por eso
quiero hacerte mi último encargo. Tienes que poner a salvo nuestro tesoro.
Quiero que huyas esta noche. Esta todo preparado, en ese zurrón tenéis lo mas
preciados del pueblo Cátaro. Cuando estéis fuera del castillo lo podréis abrir,
dentro encontrareis varios pergaminos con mapas y reseñas del tesoro y uno
trozo de piel de gran tamaño, dentro se aloja nuestra más preciada posesión,
con el va una nota de lo que debéis hacer.
Id a recoger vuestras cosas, los soldados están
celebrando la tregua y nuestra incipiente muerte. A sí que en unas horas estarán
lo suficientemente ebrios para no ver que algo se descuelga por las paredes
escarpadas del Montsegur.
-señor.
-
una última cosa Guillem, coged ropa de abrigo tenis que cruzar los Pirineos.
A
pesar de la jolgorio por el fin
incipiente del sitio del castillo, se mantenían mas de 40 soldados de guardia
rodeando la peña del Montsegur. Habían decidido que la cara sur seria la menos
arriesgada dado a que su verticalidad era menor.
A
pesar del frio de la noche su cuerpo sudaba por el esfuerzo del camino y la tensión
pero el peligro casi había pasado liquidaría al soldado y pondría pies en
polvorosa. en la aldea le esperaba un buen pastor amigo de los “bons homs"
con un caballo.
Pertrechado
en su coraza el soldado papal parecía invulnerable pero Guillem sabía que el
cuello era su parte más desprotegida. Atacaría por la espalda; con su mano
izquierda taparía su boca y con la diestra abriría su garganta con la daga. Con
un poco de suerte nadie se enteraría. Tenía todo planeado al milímetro pero no
conto con que algo en su cuerpo lo delataría. Su olor.
Fueron
muchos meses de asedio y escasez de agua, los cuerpos de los habitantes del
Montsegur carecían de aseo y el descenso de la peña había hecho sudar mas a
Guillem.
Todo
fue muy rápido. Guillen se abalanzo sobre el soldado en cuestión de segundos le
tenía la boca tapada y su puñal degollaba la garganta. Pero su olor lo
traiciono y el soldado reacciono sacando su daga en el momento en que se
abalanzo sobre él, se la clavo en el costado izquierdo de Guillem. Sintió el
frio acero penetrar en su carne pero no vacilo y siguió su plan. El soldado había emitido un último quejido
empapado en los gorgoteos de su propia sangre, la daga yacía en el suelo,
Guillem lo soltó y el cuerpo callo inerte. Al final todo había salido como lo había
planeado, la herida era superficial pero él sabía bien que formaba parte del
cuerpo a cuerpo. De camino buscaría agua corriente y agrimonia cortaría la hemorragia y desinfectaría
la herida .
Trastabillando
y con piernas temblorosas se dirigió con paso apurado hacia el pueblo que se
ocultaba en la oscura noche, una sola luz titilante señalaba las cuadras
donde un caballo le esperaba.
-señor
el caballo no parece gran cosa pero para la travesía qué vais a hacer es
perfecto, conoce los caminos de los pirineos, los hemos cruzado muchas veces.
-os
lo agradezco mucho .
-señor
siento todo esto, el Señor Piere siempre fue bueno con todos y nunca hizo daño
a nadie lo que pasa es que la gente del pueblo teme a la iglesia.
-quedaos
tranquilo FranÇois, habéis hecho mucho más de lo que vos pensáis.
Guillem
cogió el caballo y dio la espalda al joven herrero, sabiendo que jamás volvería a verlo.
-id
con dios Guillem.
Salió
por la puerta de la herrería y se perdió en la negra noche, atizo a su montura
dirigiéndose a la montaña, se refugiaría
hasta que saliera el sol en los salientes de roca en intentaría curar la herida
que parecía ser más de lo que suponía.
El
sueño lo había vencido y un canto lejano de voces celestiales parecía sacarlo
de su sopor, esas voces, ¿dónde estaba?, ¿había muerto? parecían ángeles. Poco
a apoco recobro la consciencia y su cuerpo dolorido sentencio su presencia
terrenal, la fría roca que hizo de jergón, le había transmitido su humedad y su
frio. Incorporado y despierto seguía oyendo los cantos. No era un sueño, no
eran ángeles. En el llano en un triste campo de batalla una gran hoguera se
elevaba al cielo y hacia ella caminaba un nutrido grupo de personas entonando
un alegre cantico ante la mirada atónita de los soldados papales. Guillem creyó
reconocer a cada una de esas personas, Piere a la cabeza con un estandarte
donde lucia su blasón con la cruz catara.
La
temperatura era agradable y el verano había dejado paso a un cálido septiembre.
los criados de la masía caminaban
hacendosos de un lado para otro, era
tiempo de vendimia. Los jóvenes hijos
del capataz Arnao y Enriq se dirigían hacia las bodegas donde su padre los había citado con el resto
de los jornaleros para formar partidas de recolectores. Eran los viñedos más
grandes y buenos de toda la comarca. había mucho trabajo que hacer. Pero
siempre con mucho cuidado y cariño que era la clave del buen vino que obtenían.
Eran
los primeros en acudir a la cita de su padre, las bodegas estaban desiertas salvo
por un caballo que descansaba postrado al pie de la puerta.
-mira
Arnao
El
caballo al ver a los jóvenes relincho suavemente sin moverse del suelo agitando
su cabeza de arriba abajo. Enriq amante de los animales salió corriendo hacia
el caballo.
-espera
Enriq, no te acerques puede estar enfermo. La prudencia de Arnao no consiguió
frenar sus ansias.
Enriq
se encontraba delante del caballo que seguía sin moverse, apenas giraba sus
grandes ojos hacia ellos. Arnao se aproximo hasta llegar a la altura de su hermano
y consiguió ver lo que él. Una mano salía de debajo de una capa de viaje y se
aferraba al cuerno de la silla. Asustados echaron a correr en busca de su
padre.
Al
momento varios hombres junto con el capataz y el señor de la masia, se
encontraban delante de la bodega observando al jinete caído y a su fiel
montura.
-no
parecen enfermos decía el amo de la masía.
-señor
será mejor llamar al galeno Abram.
-sí,
manda a uno de tus hijos.
-Arnao,
corre a buscar al galeno
Habían
conseguido levantar al caballo
destenazando su mano fria del cuerno de la silla. Dos hombres giraron el cuerpo
del hombre que yacía boca abajo. Abram se acerco al hombre y lo observo
detenidamente.
-no
hay peste señor, creo que murió de una herida, hay sangre seca en su ropa. Con
manos firmes el galeno fue sacando las piezas de ropa que cubrían al hombre.
Era joven y atlético de rostro severo. Debajo del jugon se descubrió una gran cruz
de plata con las aspas en triangulo y tres perlas en cada esquina.
-cátaro¡¡¡¡
-eso
parece señor.
al lado de la cruz contra su pecho había un
saco de cuero que contenía una carta dirigida a quien hallaría su cuerpo. Guillem de Sanmarti no consiguió llevar a cabo el encargo que le
había hecho Piere antes de morir. Sabedor de su muerte incipiente de esa
puñalada ponzoñosa que le arrebataba la vida día a día escribió un testamento
esperando que su cuerpo inerte fuera encontrado por alguna buena persona que
consiguiera llevar a cabo lo que él no
logro.
El
judío Abram tendió la carta al señor.
-leedla
vos galeno.
A 8 de septiembre de 1244
Yo Guillem de
Sanmarti caballero Faydit y jefe de la
guardia del Montsegur huyo por orden de
mi señor Pierre-Roger de Mirepoix, primo del fundador Raymond de Péreille. Con el tesoro de los
cataros para ponerlo a salvo y devolverlo a su lugar de origen. Jerusalén. Si
esta misiva cae en manos de un noble caballero ruega proteja con su vida el
legado Cátaro. No esperéis montañas de oro por que no es ese nuestro legado.
Envuelto en cuero húmedo encontrareis una cepa de vid. Ese es nuestro legado.
Esta cepa proviene de Jerusalén y de ella salió el vino de la ultima cena de
Jesús con los discípulos. A través del los años se cuido y se custodio como el
tesoro que es. Si no podéis devolverla a su tierra de origen plantarla y
cuidarla. Multiplicar la cepa y ofreced al mundo el Santo Grial, la sangre del
salvador.
G.Sanmarti
En los años venideros la cepa catara creció entre las vides
del señor de la masía como un vino mas y el cuerpo del caballero Guillem de
Sanmarti fue sepultado bajo la cepa madre que portaba el dia que fue
hallado.
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