miércoles, 15 de enero de 2014

La traición de Muireann


Londres 1863 diciembre


Muireann camina por San James envuelta en su gruesa capa camino de la sombrerería donde trabaja. El frio de diciembre convirtió las eternas lluvias Londinenses en nieve helada. El suelo es una mezcla de hielo y agua sucia resbaladiza que parece calar por el zapato y ascender por sus piernas. La luz cálida de la tienda a lo lejos le parece un foco reconfortante ante el frio exterior. Hoy no debería ir, estuvo toda la noche preparando tocados y sombreros para las damas londinenses. Pero son unas fechas tan especiales y su jefe le pidió que fuera. La clientela estaba siendo abundante y como no, hoy se repetía la afluencia de damas y caballeros buscando sombreros, ya sea para poner o para regalar

El tintineo de la campana de la puerta al abrirse y aparecer Muireanm fue un alivio para el dueño de la tienda que parecía hundido en un mar de cajas mostrando sombreros a hombres y mujeres que cada uno reclamaba su atención egoístamente. Un golpe de aire le arrebato la capucha de la capa nada más entrar dejando su pelo rojizo de herencia Irlandesa al descubierto. Un hombre que esperaba paciente su turno en un sofá la observo perplejo. Ese ovalo perfecto en la cara con esas mejillas sonrosadas por el frio y cubiertas por los cabellos rojizos y rebeldes que se había desprendido de su recogido. Parecía una Ofelia salida de uno de los cuadros de sus precursores prerrafaelistas; Everett Millais. Como director de la National Gallery y pintor había admirado muchas veces esos cuadros cargados de realismo, esos rostros de ninfas hadas, sirenas. El tenia su reto personal, como los prerrafaelistas admiraba el medievalismo quizás por el miedo que suponía ver los cambios que estaba sufriendo su Londres victorianos. Quería inmortalizar a su Ginebra y su Lancelot. Y ella seria Ginebra

-Muireann atiende a Sir William Burton.
-buenas tardes señor en que puedo ayudarle.
-quisiera.....quisiera un tocado para mi señora. Algo discreto a poder ser en tonos claros.
-Ahora mismo señor le muestro lo más novedoso
Mientras Muireann desempaquetaba  delicados tocados Sir Willian pensaba como podía abordarla y pedirle que fuera su modelo, su Ofelia. La tienda no era un buen lugar.
-que le parece este señor, en tonos marfil.
-oh¡ perfecto, podría envolvérmelo por favor,
-claro
Con sus delicadas manos empaqueto el tocado y se lo ofreció al caballero.
-Podría traérmelo al carruaje que me espera fuera.
Era una petulantería lo sabía, el paquete no pesaba pero fue la única forma que se le ocurrió para sacarla de la tienda.
Cuando estaban delante del carruaje Sir Willian se giro y la miro a los ojos. Muireann se sorprendió ante esa mirada escrutadora.
-como se llama?
-Muireann,
-hermoso nombre mi abuela se llamaba a si, era Irlandesa
-yo también lo soy.
-Muireann desearía pedirle un favor, no se asuste no es nada indecoroso
Podría posar usted un día para mi, quisiera hacer un cuadro y usted tiene todo lo que deseo en ese rostro.
-bueno señor no sé si mi esposo lo aprobaría, es algo rudo por decirlo de alguna manera y no sé si entrara a razones.
-no tiene por que saberlo, pásese mañana por la National Gallery y pregunte por mi le expondré los motivos del cuadro y se lo piensa.
Muireann vio como se alejaba el carruaje en la fría noche. Estaba sola desde que se había casado por expresa petición de su padre con ese hombre veinte años mayor que ella, se sentía sola en el mundo, sin pasión sin anhelos y ahora le ofrecían ser una musa. Podía ser divertido, pero él no lo podía saber. El rudo quesero no podía saberlo.

Al día siguiente Muireann acudió a su cita y Sir Willian le conto la historia de Ginebra y Lancelot. Y lo que el quería lograr en el cuadro.
 El sentimiento de culpa en sus personajes pero también un amor innegable y puro.
La puerta del despacho se abrió y tras ella aparecieron dos hombres. El mayor portaba una cámara de fotos, el más joven llamo la atención de Muireann. Era  hermoso y de constitución atlética.
-padre ya estamos aquí
-que bien Frederick, ya estamos todos, señorita Muireann aquí tiene a su Lancelot.
El joven se acerco a Muireann y le beso la mano ella se incorporo para saludarlo y los dos quedaron perdidos el uno en la mirada del otro para siempre.
 Sir Willian había conseguido unas ropas medievales y los dos jóvenes se habían cambiado. No salía de su asombro eran tal cual lo deseaba él. Dos rostros delicados. Lo que no sabía Sir Willian es que con esa foto y ese cuadro acababa de forjar un amor prohibido, una pasión, una traición.
La traición de Muireann hacia el quesero
Por; Irene Adler

Nota: http://es.wikipedia.org/wiki/Hermandad_Prerrafaelita

No hay comentarios:

Publicar un comentario