Londres 1863 diciembre
Muireann camina por San
James envuelta en su gruesa capa camino de la sombrerería donde trabaja. El
frio de diciembre convirtió las eternas lluvias Londinenses en nieve helada. El
suelo es una mezcla de hielo y agua sucia resbaladiza que parece calar por el
zapato y ascender por sus piernas. La luz cálida de la tienda a lo lejos le
parece un foco reconfortante ante el frio exterior. Hoy no debería ir, estuvo
toda la noche preparando tocados y sombreros para las damas londinenses. Pero
son unas fechas tan especiales y su jefe le pidió que fuera. La clientela
estaba siendo abundante y como no, hoy se repetía la afluencia de damas y
caballeros buscando sombreros, ya sea para poner o para regalar
El tintineo de la campana de
la puerta al abrirse y aparecer Muireanm fue un alivio para el dueño de la
tienda que parecía hundido en un mar de cajas mostrando sombreros a hombres y
mujeres que cada uno reclamaba su atención egoístamente. Un golpe de aire le arrebato
la capucha de la capa nada más entrar dejando su pelo rojizo de herencia Irlandesa
al descubierto. Un hombre que esperaba paciente su turno en un sofá la observo
perplejo. Ese ovalo perfecto en la cara con esas mejillas sonrosadas por el
frio y cubiertas por los cabellos rojizos y rebeldes que se había desprendido
de su recogido. Parecía una Ofelia salida de uno de los cuadros de sus
precursores prerrafaelistas; Everett Millais. Como director de la National
Gallery y pintor había admirado muchas veces esos cuadros cargados de realismo,
esos rostros de ninfas hadas, sirenas. El tenia su reto personal, como los
prerrafaelistas admiraba el medievalismo quizás por el miedo que suponía ver
los cambios que estaba sufriendo su Londres victorianos. Quería inmortalizar a
su Ginebra y su Lancelot. Y ella seria Ginebra
-Muireann atiende a Sir William Burton.
-buenas tardes señor en que puedo ayudarle.
-quisiera.....quisiera un tocado para mi señora. Algo discreto a poder
ser en tonos claros.
-Ahora mismo señor le muestro lo más novedoso
Mientras Muireann desempaquetaba
delicados tocados Sir Willian pensaba como podía abordarla y pedirle que
fuera su modelo, su Ofelia. La tienda no era un buen lugar.
-que le parece este señor, en tonos marfil.
-oh¡ perfecto, podría envolvérmelo por favor,
-claro
Con sus
delicadas manos empaqueto el tocado y se lo ofreció al caballero.
-Podría
traérmelo al carruaje que me espera fuera.
Era una
petulantería lo sabía, el paquete no pesaba pero fue la única forma que se le
ocurrió para sacarla de la tienda.
Cuando
estaban delante del carruaje Sir Willian se giro y la miro a los ojos. Muireann
se sorprendió ante esa mirada escrutadora.
-como se
llama?
-Muireann,
-hermoso
nombre mi abuela se llamaba a si, era Irlandesa
-yo también
lo soy.
-Muireann desearía
pedirle un favor, no se asuste no es nada indecoroso
Podría posar
usted un día para mi, quisiera hacer un cuadro y usted tiene todo lo que deseo
en ese rostro.
-bueno señor
no sé si mi esposo lo aprobaría, es algo rudo por decirlo de alguna manera y no
sé si entrara a razones.
-no tiene
por que saberlo, pásese mañana por la National Gallery y pregunte por mi le
expondré los motivos del cuadro y se lo piensa.
Muireann
vio como se alejaba el carruaje en la fría noche. Estaba sola desde que se
había casado por expresa petición de su padre con ese hombre veinte años mayor
que ella, se sentía sola en el mundo, sin pasión sin anhelos y ahora le
ofrecían ser una musa. Podía ser divertido, pero él no lo podía saber. El rudo
quesero no podía saberlo.
Al día
siguiente Muireann acudió a su cita y Sir Willian le conto la historia de
Ginebra y Lancelot. Y lo que el quería lograr en el cuadro.
El sentimiento de culpa en sus personajes pero
también un amor innegable y puro.
La puerta
del despacho se abrió y tras ella aparecieron dos hombres. El mayor portaba una
cámara de fotos, el más joven llamo la atención de Muireann. Era hermoso y de constitución atlética.
-padre ya
estamos aquí
-que bien
Frederick, ya estamos todos, señorita Muireann aquí tiene a su Lancelot.
El joven se
acerco a Muireann y le beso la mano ella se incorporo para saludarlo y los dos
quedaron perdidos el uno en la mirada del otro para siempre.
Sir Willian había conseguido unas ropas
medievales y los dos jóvenes se habían cambiado. No salía de su asombro eran
tal cual lo deseaba él. Dos rostros delicados. Lo que no sabía Sir Willian es
que con esa foto y ese cuadro acababa de forjar un amor prohibido, una pasión,
una traición.
La
traición de Muireann hacia el quesero
Por; Irene
Adler
Nota: http://es.wikipedia.org/wiki/Hermandad_Prerrafaelita
No hay comentarios:
Publicar un comentario